PATTI SMITH: La señora punk

T/ Agustina Fernandez I/ Sofía Noceti F/ Smith, Patti ©Jesse Dittmar. Gentileza de Vintage & Anchor Books. The Knopf Doubleday Group. Penguin Random House, New York.

Conocida como “la madrina del punk”, esta poeta, cantante y artista norteamericana es uno de los pocos íconos de los años setenta que sobrevivió a aquel genial verano del amor para contárnoslo. La suya es la historia de una outsider, la chica de pueblo que quería ser artista y que a fuerza de una propuesta estética y conceptual inédita lo logró. Vaya aquí el intrincado camino que tuvo que recorrer. Hasta hoy. 
En la tapa de Horses, el disco que la llevó a la fama allá por 1975 y la convirtió en la madrina del punk, Robert Mapplethorpe –su amante, su gran amigo– la retrató tal cual era: El/la, ni hombre ni mujer, o ambos. Patti Smith hacía su entrada en el mundillo del rock, dominado por hombres o chicas sexies con actitud para vociferar frente al micrófono. Pero Patti traía una propuesta diferente, tanto estética como conceptual. Interpretaba poesías que ella misma había escrito y además de cantarle, como todos por aquellos años, al amor, a la paz y al rock and roll, introducía temas como los amores gays y la religión con una mirada intelectual e inédita.
Se veía andrógina y desarreglada, pero genuina. De hecho, aún ninguna mujer había llevado a ese terreno el concepto de lo andrógino. Pero ese compromiso con su pensamiento y su forma de ser mujer no fue solo su carta de presentación, el gancho para alcanzar el reconocimiento, sino el hilo conductor de su carrera, que hoy ya acumula casi cinco décadas.
Patti Smith se crió en un contexto que no tenía nada que ver con sus intereses artísticos y literarios. Y lo dejó todo para ir tras su vocación. Como poeta, artista y pionera del punk llegó a lo máximo. Pero cuando estaba en la cima, congeló su carrera para ser madre y esposa, dejando boquiabiertas a tantas feministas que la habían sumado a sus filas de lucha y activismo. Ocurre que Patti es luchadora, activista y comprometida, pero nunca hizo un tema de su género, lo que también la legitima.
La señora punk no podía no estar en Gata Flora, por su carisma, por su música, por su arte y su poesía. Pero, sobre todo, merecía un lugar protagónico en estas páginas por su original forma de ser mujer. A su manera. Sin clichés, sin escrúpulos, sin mandatos. Libre.
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T/ Guchy Fernandez
F/ Gentileza de Penguin Random House


Banda de sonido recomendada para leer esta nota: Brahms (Silvina amaba sus Liebeslieder Waltzes). También le gustaban: Bessie Smith, Tina Turner, Gardel, Piazzola, Schumann y Chopin (así que si quieren pueden ir mechando).



Confesó que se sentía “el etcétera de la familia”. Ocurre que era la menor de seis hermanas, Victoria Ocampo a la cabeza. Y así como la mayor fue todo lo que estaba bien, Silvina, que también encontró su lugar en la escritura, se ubicó en los márgenes, en el cuarto de planchado, arriba del cedro de su mansión de verano donde esperaba a los mendigos para darles leche con nata, siempre en la sombra. Pero aquí no vamos a poner a Silvina en ese lugar en el que la mayoría la pone: el de la pobre desplazada contra su voluntad, opacada por su hermana y su gran amor, Adolfo Bioy Casares, incluso también por su amigo Borges. Ocurre que ella se sentía cómoda en la sombra, “soy íntima”, decía. Se escondía de la gente tras sus icónicos anteojos de marco blanco y vidrio templado o se tapaba la cara paras las fotos. No le gustaban las entrevistas, las fiestas, los homenajes, no hacía relaciones para beneficiarse, más bien al contrario: era ella la que beneficiaba a los demás con su mirada, su humanidad y sus excentricidades. Construyó una obra tan genuina como ella misma, que te seduce, te atrapa y te lleva a ese lugar oscuro que tanto disfrutaba.

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Sara, la sin tiempo. Escribe en un jardín, dice que es su maestro. Y no miente, sus palabras son botánicas. Lo obvio, lo humano, la aburría. Su original manejo del lenguaje; su displicente decir literario; su poética desparramada como falsos accidentes en la narrativa; su humor oscuro, traicionero; su jardín, el maestro.
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