Entrevista: Valeria Bertuccelli / Qué hacer con tanta empatía

T/ Agustina Fernandez F/ Gisela Filc GRACIAS/ Rei Cine


Es una de las mejores actrices de la Argentina, flamante directora y guionista de su primera película: La reina del miedo. Dice que la actuación le dio una herramienta fundamental para lidiar con su vida. "Siento que es el ejercicio de entender a cualquiera, hasta a un asesino. Tenés que encontrar algo que entiendas de él, aunque sea lo más desagradable del mundo, si te peleás con eso no lo podés hacer. Creo que te da eso, una gran herramienta.".
 
 Su voz resulta muy familiar. Ella, sin embargo, se presenta cuando saluda: "hola, Valeria". ¿No sabe que la conocemos tanto que podríamos identificarla sin siquiera verla? Sí, lo sabe. Pero, o se hace la que no, o elige no creerlo. Y esto úlitmo sería muy suyo: no creérsela. Si se fue antes de la entrega de premios del Festival de cine de Sundance, donde presentó su ópera prima como directora y guionista, La reina del miedo, porque no creía que la peli fuese a ganar un premio. Ya le parecía una maravilla que fuese seleccionada entre más de 3.800. Pero resulta que ganó, nada menos que el premio a la Mejor Actriz.
Valeria Bertuccelli cumple 49 años en noviembre aunque parece de 30, o menos. Flaca y desgarbada, se viste como la protagonista de su película, Robertina, de hecho ella metió mucha mano en el vestuario, y fuma los mismos cigarrillos finitos que fuma Robertina. Pero no por esto, la película es autorreferencial. De hecho, viéndola en persona uno se da cuenta de que tiene el mood de todos los personajes que interpretó. Claro, pasa que éste útilmo era muy delicado, ella era la autora y la directora y sabía que muy fácilmente todo se iba a tornar muy autorreferencial. Sin embargo, se la jugó y fue por la apuesta más dicíl para su debut.
Tiene muchas voces, y es quizá en ese plano donde Valeria se convierte en la reina de las sutilezas. Cuando habla -lo verán aquí abajo-, su discurso está poblado diferentes voces que se preguntan, se responden, opinan, especulan, se paranoiquean, temen, ríen y lloran; lamentablememente, no se puede dar cuenta a través de este medio del cambio de tono que usa Bertuccelli para sus diferentes voces, pero para muestra basta con la voz que creó para Robertina, que está tan cargada de angustia que parece que en cualquier momento va a explotar.


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F/ Gentileza de Penguin Random House


Banda de sonido recomendada para leer esta nota: Brahms (Silvina amaba sus Liebeslieder Waltzes). También le gustaban: Bessie Smith, Tina Turner, Gardel, Piazzola, Schumann y Chopin (así que si quieren pueden ir mechando).



Confesó que se sentía “el etcétera de la familia”. Ocurre que era la menor de seis hermanas, Victoria Ocampo a la cabeza. Y así como la mayor fue todo lo que estaba bien, Silvina, que también encontró su lugar en la escritura, se ubicó en los márgenes, en el cuarto de planchado, arriba del cedro de su mansión de verano donde esperaba a los mendigos para darles leche con nata, siempre en la sombra. Pero aquí no vamos a poner a Silvina en ese lugar en el que la mayoría la pone: el de la pobre desplazada contra su voluntad, opacada por su hermana y su gran amor, Adolfo Bioy Casares, incluso también por su amigo Borges. Ocurre que ella se sentía cómoda en la sombra, “soy íntima”, decía. Se escondía de la gente tras sus icónicos anteojos de marco blanco y vidrio templado o se tapaba la cara paras las fotos. No le gustaban las entrevistas, las fiestas, los homenajes, no hacía relaciones para beneficiarse, más bien al contrario: era ella la que beneficiaba a los demás con su mirada, su humanidad y sus excentricidades. Construyó una obra tan genuina como ella misma, que te seduce, te atrapa y te lleva a ese lugar oscuro que tanto disfrutaba.

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